Diario del aislamiento Día 16: Silencio




Dieciséis días metiditos en casa y con la extraña sensación de que se duerme más profundo que antes. Cosas del confinamiento y de sus consecuencias en las calles.  



En las noticias de los últimos días, entre titulares apocalípticos que no se corresponden necesariamente con la noticia que encabezan, hemos podido leer que los pavos reales han tomado el centro de Madrid. “Pavos reales y patos se pasean por el centro de Madrid en busca de alimento en plena crisis de coronavirus”, rezaba un titular del ABC, sugiriendo una estampa desoladora en la que cientos de pavos reales desnutridos patrullaban las calles buscando algo que llevarse a la boca, prácticamente atacando a los transeúntes a la salida de las panaderías con una capuchita para no ser reconocidos, arriba las manos, este no es un atraco normal, es Vd quien debe darme a mí la pistola en esta ocasión o le pico, oiga. Y mañana compre una hogaza, nos gusta mucho más en casa y dura más tiempo tierna.

La prensa, que ya saben que estos días anda la mar de alarmista, aprovecha que unos cuantos pavos han salido del Retiro para ver la calle Menéndez Pelayo sin coches y de paso estirar las patorras para pintar una estampa apocalíptica de patos zombies vagando sin rumbo de charca en charca, rebuscando en las basuras y perdiendo plumaje según avanzan. La prensa lleva una temporadita de traca, y si uno lee solo los titulares sin entrar al cuerpo de la noticia le entran ganas de meterse debajo de la cama y no volver a saber nada hasta el mes de julio. Uno no sabe si la prensa hace esto por ayudar a las autoridades a manejar a la díscola población española a la que no hay forma de hacer entrar en razón si no es infundiendo terror, o bien busca el clic fácil a través del morbo y el catastrofismo, que es algo que gusta mucho en los grupos de whatsapp y en algunas peluquerías. Si la razón es la primera, habría que agradecerles al menos que intentasen ayudar a los gobernantes pero, desafortunadamente, no parece que la estrategia funcione. Por ejemplo, ayer mismo detuvieron a una familia entera en una playa de Jávea, con cuidadora incluida, por romper la cuarentena. Padre, madre, tres niños - y la tata, servicio esencial - se fueron a pasar el día a una idílica cala del litoral alicantino. Lo más curioso es que la cala en cuestión llevaba cerrada ya un año por riesgo de desprendimiento de rocas. Esto es, los padres modelo, que seguramente critiquen cómo gestiona las cosas Fernando Simón, llevaron a la prole – y a la tata, imaginamos que cargada de sombrillas, tortilla y melón – a una cala cerrada donde podían ser aplastados por una roca granítica, todo ello durante la cuarentena del coronavirus: ni Chuck Norris, oiga.

La invasión pavera no es empero un fenómeno nuevo: los pavos de la Fuente del Berro siempre se dedicaron a echarse a la calle en la época de celo (que es ahora, en primavera) para hacer más notorio su ritual de cortejo, consistente en abrir y hacer vibrar las plumas (pocas veces) y emitir unos gritos horrorosos, como de mona reclamando la paga. Tenían por costumbre, además, subirse a los tejados y ponerse a chillar desde allí a primera hora de la mañana, despertando al vecindario con un susto grandísimo y provocando el mal humor del barrio entero durante todo su celo; así son los pavos, si ellos no ligan encima se dedican a joder a los vecinos. Si creen que esto es una exageración más de este su servidor, no tienen más que ponerse de despertador a las 6 de la mañana este vídeo.

Peor hubiera sido en cualquier caso que esto nos hubiera pillado con la Casa de Fieras del Retiro a pleno rendimiento, ni nos queremos imaginar como hubiera titulado el ABC si llega a meterse un okapi en el Bar Martín. Y es que, oh jovenzuelos, en el Retiro estuvo el zoo de Madrid hasta principios de los años 70, cuando se llamaba Casa de Fieras y olía a rayos y los pobres bichos emitían rugidos y gruñidos que se oían en todo el barrio. Durante la II Guerra Mundial muchos animales de zoológicos europeos acabaron en el Retiro, huyendo de las bombas que producían escenas como la del inicio de “Underground” de Kusturica, que podríamos poner aquí pero no lo hacemos porque es muy triste y ya tenemos bastante con la prensa. Más de 500 animales llegaron a vivir en las jaulas y fosos del Retiro, lo que resulta muy duro. Eso sí que era un confinamiento y no nuestro retiro con Netflix y frigorífico, así que cuando estén Vds agobiados de tanto hacer zapping y tanto comer chucherías, piensen que en una gruta diminuta con una puerta de barrotes vivió durante años un oso polar en pleno Retiro; eso sí, no hagan como el oso, que en 1928 de puro enfado se quiso comer a un señor que le limpiaba la gruta. Cosas de osos.

El caso es que la prensa pinta un Madrid desierto llenito de pavos zombi y a uno, en vez de miedo, le dan ganas de irse a verlo. El hecho de levantarnos cada día oyendo a los pajaritos o de ver las calles vacías cuando volvemos cargados del mercado le dan a uno ganas de echarse a dar paseos, de recorrer la ciudad normalmente intransitable, llena de gente con prisa y mal genio que toca el pito y tira papeles a la calle. Si hay algo que a uno le gustaría hacer estos días sería recorrer Madrid entero a pie, en silencio, mirando los edificios sin miedo a que le atropelle un coche. Da rabia pensar que lo tenemos ahí mismo y no podemos verlo, así que uno imagina un Madrid vacío y lleno de pájaros y sin contaminación y piensa cuánto de esto seremos capaces de conservar cuando pase la cuarentena. ¿Tendremos un Madrid sin tantos coches, sin tantos turistas, sin tantos ruidos cuando acaben estos días? ¿Alguien caerá en que una de las pocas buenas cosas de esta crisis es que quizás seamos capaces de recuperar el centro de las ciudades para los ciudadanos, las calles para los peatones, las aceras de los bares para los que toman cañas al sol? Por mucho que nuestros gobernantes locales echen de menos los atascos y por mucho que se empeñen en presentar el cierre del tráfico al centro como un invento del demonio, tienen que haber notado que en un Madrid en silencio se duerme mejor, se charla mejor, se vive mejor. Es tan claro y meridiano que deberíamos aprender algo bueno de todo esto, que seguro que llega alguien y lo jode. Al tiempo.

Mientras tanto, todo tranquilo en el frente oriental.



Playlist para el día 16, gentileza de la silenciosa Blanca DB: Enjoy the silence



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