Diario del aislamiento Día 31: The Wire, segunda vuelta


   
                 
Treinta y un días en presidio dan para bastante, por ejemplo, para volver a ver The Wire. La segunda vuelta confirma que nos gusta aún más de lo que recordábamos, y eso que de series, la verdad, sabemos poco.

Vaya esto por delante: al contrario que el resto de la población mundial, no soy un experto en series. No he visto todas, no me veo en la obligación de verlas todas, me gustan mucho algunas, poco otras, otras nada de nada. No siento la necesidad de ver las series enteras y en ocasiones las dejo a la mitad: demasiados principios brillantes seguidos de numerosos empobrecimientos argumentales me han hecho desconfiado. Prefiero parar a tiempo a terminar a toda costa, y dedicar así el tiempo a actividades valiosas como el cepillado de zapatos, la digestión o la siesta. No siento la obligación de haber visto la última serie de moda y mucho menos de verla antes que los demás para luego decir eso de sí, yo ya la vi cuando no la había visto todo el mundo. No tengo suficiente conocimiento para decir cuál es la mejor serie de la historia, no soy amigo de rankings ni comparaciones entre obras audiovisuales o musicales, no me veo capaz de emitir juicios sobre algo que no conozco a fondo. Me falta por repasar la filmografía de muchos grandes autores así que muchas veces prefiero ver ciertas películas antiguas a series nuevas; casi nunca puedo y, al final, ni me sé de memoria los clásicos del cine ni soy experto en series. Ya ven Vds, un cibermindundi, una birria de tertuliano, un bonsai de mal influencer. Un zoquete.

Eso sí, durante la cuarentena, aprovechando el tiempo libre, he vuelto a ver The Wire. Para los que no la hayan visto, dos advertencias: una, en este texto no hay spoilers de la trama. Dos, ¿cómo es que no la han visto? Hagan inmediatamente el favor de verla, ya están tardando, corra, Menéndez, los he visto más rápidos.  

Para aquellos que la hayan visto una vez, y también para los que hayan repetido, unos comentarios tras un segundo visionado (que es como se dice ahora, visionado, sí, visionado, a mí también me choca pero es como se dice ahora, qué quieren que yo le haga, a mí tampoco me gusta).

El primero: pasan muchas más cosas de las que recordaba, hay muchas más sub-tramas, resueltas o no. Muchos más personajes, muchos más guiños, más canciones, más chistes privados, más referencias cruzadas. El hecho de que haya tantos personajes en un mundo más o menos pequeño hace que todos acaben interactuando y las historias se crucen; bien, eso sí lo sabíamos y es parte de la propia naturaleza de la serie, muy coral, sí, claro, es fácil de ver. Lo que uno no recordaba es la cantidad de historias cruzadas a las que se les da poca importancia y dan por sí solas para una serie, la cantidad de personajes con evoluciones personales complejas que van salpicando las temporadas, las decenas de diálogos brillantes y reveladores. Hay cosas que uno recordaba en la cuarta temporada que pasan en la primera, tramas importantísimas que luego resultan ser simples, personajes secundarios que uno había olvidado totalmente y luego resulta que salen en 20 episodios. Asesinos que uno recordaba fríos y sin sonrisa resultan ser atentos padres de familia, personajes aparentemente secundarios resultan ser mucho más determinantes en la historia de lo que pensaba, elementos teóricamente centrales resultan no serlo tanto. Muchas cosas que se disfrutan en la segunda vuelta pasan desapercibidas en la primera, y es tal la cantidad de historias y sub-historias, evoluciones y perfiles que se diría que se disfruta más la segunda vez que la primera, como los guisos que mejoran de un día para otro.

Curiosa también la percepción de los personajes tras la segunda vuelta: aun sabiendo que ni los buenos son del todo buenos ni los malos son del todo malos, una segunda vuelta de tuerca cambia en cierto modo la idea que cada uno transmite. Algunos de los supuestos héroes son en realidad tipos despreciables, algunos de los más malos tienen muchos más principios, dentro de su vida de criminales, que la mayoría de los buenos. Algunos mucho más retorcidos de lo que parecieron la primera vez, otros más crueles. Pocos, un poco más puros.

El segundo: The Wire ayuda a entender cómo funcionan las cosas en general, sí, y también en el extraño momento actual. Dado que una vez vista la serie uno se puede relajar con la trama principal (o más bien con las diferentes tramas paralelas que acaban coincidiendo), uno se puede concentrar más en las secundarias, que son las que vienen a explicar el complejo engranaje que existe detrás de la cara visible de la ciudad. La serie explica cómo funcionan las cosas, todas las cosas: cómo una lleva a otra y a la vez a la contraria, cómo las situaciones a las que se enfrenta la gente en las que tiene que tomar decisiones difíciles y la propia ruindad e interés de cada uno acaban teniendo un efecto en todo lo demás. Las extrañas amistades que surgen de la necesidad y la codicia, las intrigas políticas en tiempos difíciles, las bombas ocultas entregadas por unos políticos a sus sucesores, las filtraciones a la prensa como forma de manipular a la opinión pública en favor de intereses poco claros … todo eso lo vemos hoy delante de nuestras narices y resulta curioso verlo retratado a muchos kilómetros de distancia y hace más de diez años. Si en los años de The Wire hubieran existido las redes sociales, posiblemente tendríamos la foto completa del día de hoy.

El tercero: hay mucho más humor del que uno recordaba. Aparte de varios personajes más cómicos que serios, hay muchos más momentos en los que uno se ríe de lo que parece a primera vista. Tampoco es que sea una serie de humor, pero hay situaciones cómicas y otras que, de puro brillantes, le hacen a uno reír. La relación entre policías y traficantes, las frases cruzadas, las provocaciones … al final uno se ríe viendo algo que en realidad es horroroso, cosas del talento.

¿Se han preguntado cómo sería el The Wire de la pandemia? ¿Quién será el detective capaz de encontrar la cura a la enfermedad? ¿Quiénes los políticos que maniobran tras el telón para aprovechar la tragedia en su propio beneficio? ¿Quiénes son los que a su vez manejan a los políticos que ponen la cara al discurso de otros? ¿Quién es el periodista íntegro dispuesto a contar solo la verdad y quién el que prefiere dejar de lado los principios para asegurarse que salen triunfantes los que le interesan? ¿Quién no ha respetado la tregua del domingo, haciendo avergonzarse hasta a los más malos del barrio? ¿Quién el que sale finalmente perjudicado por las maniobras de unos y otros, incapaz de cambiar las cosas desde su posición de desventaja aunque se supone que la mayoría de los que sacan tajada tienen como teórica misión velar por sus intereses? Hagan sus conjeturas, tampoco es tan complicado.




Playlist para el día 31, gentileza de Blanca “5-0” DB: 
Way down in the hole


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