Diario del aislamiento Día 47: Historia de dos canciones (II)



Cuarenta y siete días son muchos, así que, para hacerlo más llevadero, hablaremos de irlandeses.

Al igual que los escoceses, los irlandeses tienen (o tenían) un problema con el himno antes de los partidos en ciertos deportes, aunque un poco diferente que el de sus vecinos y primos hermanos. Mientras que en fútbol, por ejemplo, Irlanda del Norte compite de forma independiente a la República de Irlanda, en otros deportes (hockey hierba, cricket y sobre todo rugby) el equipo representa a toda la isla, es decir, a los súbditos del Reino Unido del norte y a los nacionales de la República.

¿Y esto por qué es así? La respuesta más simple es que la Federación Irlandesa de Rugby, la IRFU, es más antigua que la división política de la isla. La IRFU se fundó en 1874, cuando toda la isla esmeralda estaba bajo dominación británica, convirtiéndose en una de las 4 “Home Nations”, las cuatro naciones que impulsaron los primeros torneos internacionales de rugby (lo que hoy conocemos como 6 Naciones) y la federación internacional de rugby, si bien los ingleses se sumaron tarde a ese carro. La independencia de la República de Irlanda se produce en 1921-22 tras la guerra con los ingleses, y el resultado es la partición de la isla: de las 4 provincias históricas de Irlanda (Leinster, Munster, Connacht y Ulster) las tres primeras quedaron bajo el estado republicano independiente mientras que el Ulster, la provincia más norteña y en la que había una importante comunidad protestante, quedó dividida: de sus 9 condados, 6 quedaron bajo dominio británico como cuarta nación del Reino Unido, mientras que los otros 3 pasaron a ser parte del nuevo estado independiente. Un lío, vamos, convertido en casi una guerra civil en los 70 con los “Troubles”, los disturbios entre paramilitares protestantes y el IRA en Belfast, Derry y otras ciudades del norte. “Disturbios” no deja de ser un eufemismo para lo visto allí: durante años, las cifras de muertos y heridos entre civiles y uniformados eran similares a las de algunas guerras entre países. Un drama.

Más elementos para la confusión. Aunque Irlanda tiene ahora un equipo de primer nivel, siempre fue el patito feo del 5 Naciones, el equipo con peor historial hasta la entrada de Italia (y cambio de torneo hacia las 6 Naciones) y el declive de sus primos hermanos, los escoceses. En Irlanda el rugby no fue bien visto durante años por tener origen inglés y asociarse a la clase explotadora de la que tanto recelaba la sociedad católica irlandesa, mayoritariamente trabajadora y agraria (para hacerse una idea de cómo algunos ingleses trataban a los irlandeses, echen un ojo al origen etimológico de la palabra “boicot). Y eso a pesar de contar con uno de los clubs más antiguos del mundo, el del Trinity College de Dublín; eso sí, esta universidad estuvo desde el principio asociada a las élites protestantes, con entrada limitada a los católicos del terruño.

El pueblo irlandés, bastante deportista ya de por sí, prefería sus dos deportes nacionales, el fútbol gaélico y el hurling, antes que el fútbol o el rugby. La guerra de independencia añadió un nuevo factor al distanciamiento del deporte inglés: el primer “Bloody Sunday” que vivieron los irlandeses fue precisamente en un partido de fútbol gaélico disputado en el enorme estadio Croke Park, en Dublín, cuando soldados británicos abrieron fuego contra las gradas repletas de aficionados en represalia por un ataque del IRA ocurrido esa misma mañana, matando a 14 e hiriendo a 60. Desde entonces, Croke Park no permite partidos de deportes de origen inglés (fútbol o rugby), con la excepción de su equipo de rugby durante la reforma del estadio oficial de la IRFU en Landsdowne Road. Como ven, los irlandeses se toman en serio sus deportes, y tienen motivos para ello.

Y con esta división tan complicada y estos agravios históricos con mucha sangre por medio, la selección de rugby representa a toda la isla, lo que implica que con la misma camiseta juegan nacionales de dos estados diferentes, además enfrentados durante años. ¿Cómo representar a este equipo multi país y multi religión que aúna facciones enfrentadas a tiros durante años? El verde de la camiseta era innegociable y, de hecho, es de lo poco que comparten las selecciones irlandesa y norirlandesa de fútbol y otros deportes. La bandera no podía ser ni la tricolor de la República ni la bandera de la Cruz de San Jorge y la Mano Roja del norte (nada que ver con la de Nick Cave and the Bad Seeds, por cierto), con lo que se optó por una solución ingeniosa: el equipo compite bajo la bandera de la IRFU, que tiene el escudo de la Federación de Rugby (tres tréboles verdes) y los cuatro escudos de cada una de las 4 provincias (Leinster, Munster, Connacht, Ulster). Una solución inteligente.

Pero, ¿y el himno? ¿Qué pieza tocar antes de los partidos? Para los jugadores norirlandeses, el himno correspondiente sería, como en el caso de los escoceses, “God Save the Queen”, pero nadie en su sano juicio querría ver la reacción de la grada católica escuchando en Dublín ese himno como propio. Para los jugadores con nacionalidad de Éire, el himno es “La Canción del Soldado”, una canción patriótica compuesta a principios del siglo XX e inicialmente identificada con los rebeldes antibritánicos y el Sinn Féin, algo que quizás hiciera arquear las cejas a los jugadores protestantes que llevasen la camiseta verde. Eso sí, como los partidos se celebran en Dublín, es normal que se toque el himno de la República, que al fin y al cabo es la capital… pero aun así algún jugador norteño y protestante podría sentirse no representado y casi atacado, y con razón. Descartado “God Save the Queen” por razones obvias… ¿Qué hacer?

La solución fue, de nuevo, ingeniosa y además muy acertada. En un principio se decidió tocar el himno de cada una de las Irlandas, dependiendo de dónde se celebrara el partido: “La Canción del Soldado” si se jugaba en la República, “God Save the Queen” si se jugaba en el Ulster británico; en los partidos que se jugaran fuera de uno de los dos países, no se tocaría himno alguno. Siendo el himno una parte importante de los partidos de rugby, tanto para los aficionados como para los jugadores, resultaba raro que los irlandeses no tuvieran su canción, especialmente cuando participaban en los mundiales. Con ocasión del Mundial de Sudáfrica de 1995, se encargó a Phil Coulter, un compositor norirlandés católico con experiencia en canciones ganadoras de Eurovisión para Sandie Shaw y Cliff Richard (y polémica con José María Íñigo incluida), que compusiera una canción que consiguiera aunar a republicanos y unionistas, católicos y protestantes al menos a la hora de animar a los chicos de verde cuando tienen que meter la cabeza en un ruck. El resultado fue inmejorable, Ireland’s call, un himno marcial e inspirador que llama a la unión de toda la isla cuando Irlanda llama, sobre todo si es para placar ingleses. Desde 1995 “Ireland’s call” se interpreta antes de los partidos cuando los de verde no juegan en casa; cuando juegan en Dublín se interpreta después de “La Canción del Soldado” y la cantan normalmente todos los jugadores a pleno pulmón haciendo coro con el estadio entero, incluidos los norilandeses que permanecen en silencio durante el himno de la República. Eso sí, una vez empezado el partido, la camiseta hace que no haya distinciones entre católicos o protestantes. La eficacia balsámica del nuevo himno ha hecho que otras selecciones que aúnan las 4 provincias enteras lo hayan incorporado a su rito.

¿Y qué cantan los irlandeses futboleros, los del sur, los que solo tienen “La Canción del Soldado” por himno? A falta de himno compuesto para la ocasión, los irlandeses dejan claro que son primos hermanos de los escoceses y adoptan también una canción folk relativamente reciente, “The Fields of Athenry”. Compuesta en 1979 por Pete St. John, prendió rápido en el corazón verde gracias a la versión de Paddy Reilly de principios de los 80, igual que “Flower of Scotland” se hizo rápidamente un hueco entre las favoritas de los escoceses más cantarines.

“Fields of Athenry” cuenta la historia de un hombre, Michael, condenado al exilio y prisión en Australia durante la Gran Hambruna irlandesa de mediados del siglo XIX, acusado de robar comida para su mujer e hijo ante la escasez de alimento. Los villanos de la historia y crueles carceleros del pobre Michael son, como no, los ingleses; la presencia de un super villano siempre ayuda en estos casos. La melodía y la temática, tristona pero con la capacidad de tocar la fibra nacional más profunda, se convirtió, como “Flower of Scotland”, en himno oficioso del país, canción fija en los pubs y también en las gradas, tanto para los seguidores de la selección irlandesa de fútbol como del Celtic de Glasgow, uno de los equipos escoceses emparentados con la comunidad irlandesa emigrante en Escocia (el otro es Hibernians, de Edimburgo); también se canta por supuesto en el rugby. Ha sido versioneada multitud de veces por artistas locales, y también por el combo de irlandeses malotes de Boston Dropkick Murphys.

Lo bonito además de “Fields of Athenry” y de la afición que la canta es que no suena solo cuando el equipo va ganando. No es una declaración de superioridad, sino más bien una tarjeta de visita, aquí estamos, estamos juntos, así somos y así nos gusta ser. Uno de los momentos más emocionantes de la Eurocopa de 2012, que ganó España, fue cuando la afición irlandesa, la de la mítica pancarta “Angela Merkel cree que estamos trabajando”  , estuvo cantando “Fields of Athenry” durante 10 minutos cuando perdían 4-0 precisamente contra España, dejando perplejo a Vicente Del Bosque y, de paso, al resto del planeta.

Al final los irlandeses, como los escoceses, son capaces de tomar una canción relativamente reciente y convertirla en himno nacional. ¿Se imaginan que aquí hubiéramos hecho lo mismo con “Déjame vivir con alegría” de Vainica Doble, que es de la misma época? ¿Se imaginan que fuera esa canción lo que se escuchase estos días en los balcones? 

Playlist para el día 47, gentileza de la cumpleañera Blanca O’Rcasitas DB:
Come on You Boys in Green

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