Diario del aislamiento Día 23: Maniáticos



Veintitrés días ya en los que hemos pasado de estar desorientados y preocupados a acostumbrados y sin duchar, de asustados y súper informados a expectantes y distantes y, por fin, de solidarios y emotivos a rabiosos y odiositos. Así somos, oiga, no va a venir un virus y cambiarnos de la noche a la mañana, ¡ni pensarlo!

Al parecer todo empezó en un mercado de China en el que se vendían animales salvajes, en concreto pangolines infectados por la mordedura de un murciélago, que se ve que la gente de la zona se comía en un puchero con arroz, como si fueran perdices. Desde ese momento le cogimos mucha manía a los murciélagos, que ya de por si eran poco populares. A los pangolines, que son bastante graciosos de aspecto y no tienen más responsabilidad en este tema que acabar en una olla exprés, no les cogimos manía, casi nos dieron pena; eso sí, a los vendedores de animales salvajes de los mercados y a los chinos que se los comen con arroz tres delicias les hemos cogido una manía horrorosa.

La infección se extendió por Wuhan y el gobierno chino metió a todo el mundo en casa y se puso a construir hospitales como descosidos, venga a traer excavadoras y equipos médicos. La pandemia se extendía pero los chinos, para admiración del mundo, parecían capaces de contenerla. El pueblo chino provocaba admiración y el gobierno chino, que se puso a mandar mascarillas a los países en apuros, parecía nuestro nuevo mejor amigo y la solución a todos los males. Pero varios escándalos seguidos sobre estafas en la venta de material, envíos que nunca llegaron, aviones perdidos y tests con fallos hicieron cambiar la percepción. Las últimas noticias sobre un mercado persa en los aeropuertos chinos, empresas locales forrándose a costa del pánico general y ocultación de datos reales por parte de las autoridades locales terminaron por inclinar la balanza y a día de hoy la gente tiene al gobierno chino por mentiroso y manipulador, a las empresas chinas por estafadoras y peligrosas y a los intermediarios por mentirosos sin escrúpulos. A día de hoy, todo el mundo les ha cogido manía a los chinos, si no miedo.

Mientras el virus se cebaba en Italia y España, Boris Johnson y Trump, seguidos de cerca por el orate Bolsonaro, quitaban hierro al asunto, miraban hacia otra cosa y sugerían que los problemas eran de país pequeño, fáciles de manejar para potencias anglosajonas como las suyas. La postura, mezcla de ignorancia, arrogancia y desprecio por sus propios compatriotas cuando no pertenecen a una clase acomodada, hizo que la gente les cogiera más manía de la que ya se les tenía. Ahora que Boris Johnson está ingresado, la sensación general es mira, por listo, el de la inmunidad de grupo, a ver si hay suerte y te toca en la habitación con Trump, otro que tal baila, qué manía les hemos cogido.   

Italia y España pasan fatigas importantes luchando contra la enfermedad y para colmo la única manera que encuentran para hacerlo es parar la economía casi al 100%. Previendo lo que les viene encima apelan a la solidaridad de la UE pero alemanes y holandeses sobre todo se niegan a un modelo flexible por aquello de no hacerse responsables de las deudas de los estados del sur. El responsable de finanzas holandés sugiere que los Países Bajos no tienen por qué hacerse cargo de las malas decisiones y despilfarro de los perezosos países mediterráneos y provoca una tormenta. La UE se ve incapaz de aportar una solución y la gente empieza a preguntarse para qué narices sirve la UE. Según avanza la pandemia le vamos cogiendo manía a los alemanes por insolidarios y repelentes, a los holandeses por faltones y prepotentes y a la UE por artificial e inútil.

El gobierno maneja la situación de aquella manera, poniendo parches allí donde es necesario y no siempre con acierto. La hemeroteca revela imprevisión y falta de inteligencia para preparar lo que ahora nos parece evidente. La oposición y algunos agentes sociales denuncian falta de transparencia y de respeto a la hora de tomar decisiones, que el gobierno toma sin informarles a sabiendas de que si luego se oponen serán acusados de irresponsables e insolidarios. El presidente del gobierno comparece en intervenciones plúmbeas en las que luego no permite preguntas de los medios hasta que se ve obligado a rectificar por no parecer un dictadorzuelo. Todo ello hace que a pesar de las cifras, que mejoran, la percepción general para muchos es que la crisis no puede gestionarse peor, el gobierno es un inepto, actúa de forma autoritaria y si la cosa mejora es por los sanitarios, que le salvan el cuello. Todo el mundo le coge manía al gobierno.

La oposición, primero cauta y con disposición de ayudar, toma luego una vía más crítica y electoralista y trata de erosionar de cualquier manera la delicada situación de ministros y presidentes. Las Comunidades Autónomas denuncian de manera virulenta descontrol y falta de voluntad de ayuda, los portavoces contraatacan tras cada intervención del gobierno subrayando problemas y defectos, algunos llaman a la dimisión general de todos y cada uno de los ministros. Esto provoca que mucha gente se harte de la irresponsabilidad de la oposición en tiempos de crisis y de una actitud que parece mas centrada en derribar pronto al gobierno e intentar coger el poder que en solucionar la urgencia de la mejor manera posible. Casi todo el mundo le coge manía a la oposición.

Nada más desatarse el pánico, ciudadanos de Madrid pero también de Bilbao, Valencia o Barcelona huyen de las ciudades para pasar el confinamiento en sus casas de veraneo, más espaciosas, más luminosas, más baratas de mantener. Los lugareños ven con pavor cómo montones de urbanitas cargaditos de virus infectan sus plazas, playas y heladerías y les cogen una manía inmediata. Se producen denuncias, se cortan accesos, la policía local multa a los veraneantes asintomáticos y les piden de malas formas que se vuelvan a su ciudad y dejen de manchar su pueblo. Los veraneantes expulsados juran venganza, ya veréis cuando esto pase y nos necesitéis, ya, ya veréis cuando empecéis a cerrar bares y bingos e imploréis nuestra vuelta. En los pueblos la gente coge manía a los de la ciudad y en la ciudad la gente coge manía a los de los pueblos.

El pueblo confinado, con ganas de hacer cosas para ayudar a sanitarios, limpiadores, transportistas y reponedores, sale diariamente a aplaudir a las 20:00 en señal de homenaje. Después algunos vecinos, con muy buena voluntad, ponen música durante un rato para que el resto se anime. El gusto de estos vecinos no es compartido por todo el barrio, que empieza a hartarse de que den la matraca diaria con los grandes éxitos de Luis Fonsi. Los vecinos pinchadiscos varían de repertorio intentando agradar sin éxito al resto de la calle pero terminan poniendo siempre lo que se supone que es el himno del confinamiento, “Resistiré” de El Dúo Dinámico. En parte porque ha sido una idea algo impuesta, en parte porque ha sonado artificial tener que buscar una canción emblema cuando en realidad no existe, a la gente se le empieza a hacer bola la cancioncita. A estas alturas, casi todo el mundo le coge manía al Dúo Dinámico.

A las 21:00, acabada la tortura luisfonsil y el odiado Resistiré, algunos vecinos protestan contra el gobierno haciendo sonar cacerolas. En el barrio no son muchos pero tienen una gran determinación, y hacen sonar ollas y aperos durante un buen rato con rabia y potencia. Entre todos destaca alguien, quizás un señor por la fuerza con la que maneja el cazo de golpear, que inunda el barrio de sonidos caceroleros durante cinco minutos seguidos. Este señor, que tiene todo el derecho del mundo a protestar y hacer sonar su cacerola, que muy probablemente obre de buena fe y ande preocupadísimo por pensar que nos dirigen irresponsables peligrosos, no es probablemente consciente del estruendo que monta y de lo largo que se le hace al vecindario tener que interrumpir las conversaciones durante los cinco minutos que el buen hombre se desfoga. A estas alturas, todo el mundo le ha cogido manía a este señor tan vehemente.


Playlist para el día 23, gentileza de la bondadosa Blanca DB:

Hate is all you need

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