Diario del aislamiento Día 25: Nostalgia
Veinticinco días, casi un mes que da para mucho, aunque últimamente tengamos menos ganas de hacer chistes y hacer cosas que antes. Esto se empieza a hacer largo y hay que hacer frente a una pandemia paralela: la nostalgia.
Desde hace unos días, las redes (o quizás la red, uno solo tiene una y ya le parecen muchas) y los estados de Whatsapp se están llenando de misteriosas fotos de chavalines y chavalinas, intuyo que por culpa de unos de estos desafíos que tanto gustan estos días: que si me echo un cubo de agua helada por lo alto, que si abro una botella de agua con un poderoso giro de cintura, que si me dejo caer desde una grúa sobre una toalla mojada como el prestigioso saltador olímpico Morta di La Dorra y nomino a otro que está tan tranquilo en su casa y ahora le toca lanzarse al vacío en vez de echarse la siesta. Esta vez no se trata de hacer el ridículo, nombrar diez discos favoritos o perder la vida devorado por los coatíes, solo de mostrar una foto de cuando uno era jovencito.
Naturalmente todo el mundo elige una foto de él mismo que le guste. Casi nadie pone una foto de la Comunión con traje de marinerito y el pelo a tazón, o con un jersey de esos de colorines y los picos de las camisas por fuera y las orejas de soplillo. La gente tiene ojo para estas cosas y solo se ven fotos de niños monísimos, jovenzuelos en plena forma, rubias con pelazo o intrépidos deportistas de riesgo. Así son las cosas, con el tiempo tendemos a recordar lo bueno y olvidar el resto, es decir, casi todo.
Tiene cierto sentido que en estos días de zozobra la gente busque refugio en el pasado, idealizado a estas alturas gracias a la amargura presente y la memoria selectiva: antes estábamos bien o por lo menos así lo recordamos, ojalá estuviéramos ahí de nuevo, piensa el pueblo confinado. El proceso se agudiza por ciertas iniciativas de los últimos tiempos, ya saben: Yo fui a EGB, el disco de Miliki para señores de mediana edad, colecciones por fascículos sobre coches de los 60, motos de los 70, modelos de zapatillas Yumas y Paredes de los 80, bollería industrial de la Transición. Algunas cosas muy bonitas, otras más bien horrorosas, casi todas muy incómodas, en muchos casos tóxicas, a veces directamente asquerosas.
El revival selectivo es cómodo para identificarse con los que tienen la misma edad que uno y, de paso, compararse con los de ahora para salir ganando, que siempre gusta. La gente de ahora no sabe divertirse, todo el día con la pantallita, a estos les mandaba yo a hacer la mili a Melilla, como yo. Los niños solo saben jugar con juguetes carísimos, a su edad yo solo necesitaba un palo para divertirme, las nuevas generaciones no tienen imaginación. En mi época nos soltaban en el pueblo en verano y no pasaba nada, ahora los niños son unos tiquismiquis y hay que tener cuidado con todo. Para ser realmente un niño normal hay que tener las rodillas desolladas, puntos en las cejas y las nalgas tostadas por el efecto de los toboganes de acero pulido orientados al sol, ese clásico de los parques españoles, precursor de la energía solar fotovoltaica y de la cocción a baja temperatura.
Si bien es encomiable esta voluntad humana de olvidar lo más chungo y centrarse en lo más positivo, la observación objetiva de los recuerdos debería hacernos más cautos.
Podemos mirar con cariño las fotos en las que aparecemos con el bajo de los pantalones de palmo y medio, rodilleras de escay y parka coreana de forro naranja y exterior brillante, pero la realidad es que íbamos hechos unos mamarrachos y no dejaríamos salir así a la calle a nuestros sobrinos. Podemos recordar con ojos llorosos esos programas infantiles con dibujos animados polacos que terminaban con la palabra “Koniec” y el oso Colargol (al que daba paso María Luisa Seco con un jersey de cuello vuelto y pendientes de perlitas, todo un cuadro), pero eran un coñazo importante. Podemos pensar que el Bony, el Tigretón o la Pantera Rosa eran ambrosía pero la realidad es que, sobre todo el último, era un bollo repugnante y malsano del que hoy huiríamos como del propio virus.
Podemos mirar con cariño las fotos en las que aparecemos con el bajo de los pantalones de palmo y medio, rodilleras de escay y parka coreana de forro naranja y exterior brillante, pero la realidad es que íbamos hechos unos mamarrachos y no dejaríamos salir así a la calle a nuestros sobrinos. Podemos recordar con ojos llorosos esos programas infantiles con dibujos animados polacos que terminaban con la palabra “Koniec” y el oso Colargol (al que daba paso María Luisa Seco con un jersey de cuello vuelto y pendientes de perlitas, todo un cuadro), pero eran un coñazo importante. Podemos pensar que el Bony, el Tigretón o la Pantera Rosa eran ambrosía pero la realidad es que, sobre todo el último, era un bollo repugnante y malsano del que hoy huiríamos como del propio virus.
Bien es cierto que para varias de las generaciones a las que pertenecemos la vida fue siempre plácida y quizás por ello hemos deformado los recuerdos y nuestros momentos de crisis hasta convertirlos en muy diferentes a lo que realmente fueron.
Probablemente el único trastorno social que recordamos en nuestra infancia fue el secuestro de Quini, y aun así, habrá quien compare lo de ahora con aquello: la gente se queja por nada, si al final están en casa tan tranquilos no como cuando lo de Quini, qué angustia pasamos durante el secuestro, qué susto teníamos, 25 días fueron, justo como ahora, yo creo que lo organizó el Madrid para ganar la liga igual que esto lo han organizado los Illuminati compinchados con los chinos, las farmacéuticas y los krausistas, qué mal lo hizo la policía, qué mal lo hizo el gobierno, qué país, pobre Quini.
La pregunta es cómo contaremos estos días dentro de treinta años, cuando los nacidos estos días nos pregunten cómo fue esto. Ah, mira, qué días aquellos, fueron durísimos, tirados en el sofá todo el día viendo películas y bebiendo Rioja, quejándonos de todo pero sin hacer mucho, la verdad. Vosotros no habríais sido capaces de pasar aquello, ahora sois unos blandos solo pendientes de los viajes interestelares y la colonización de planetas habitables, que estáis tontos. Aquellos fueron días duros de tablas de pilates online y videollamadas y, sin embargo, como éramos más duros, tenemos un buen recuerdo. Tuvimos tiempo para aprender a cocinar, ordenamos los armarios, tiramos muchísimas camisetas. Ah, los buenos viejos tiempos del confinamiento, vosotros, que sois unos blandengues, no habríais sabido qué hacer.
Menos mal que siempre nos quedará José Luis Ozores.
Playlist para el día 25, gentileza de nostálgica Blanca DB:
Put your arms around a memory
quizas de aqui 30 años lean tus relatos de estos dias porque tienes para un libro de nostalgias de los años 20......nadie les explicara mejor que tu lo que ha pasado en estas semanas......te mereces un archivo general....o que se edite el libro tuyo y se venda en las librerias.....te lo compro
ResponderEliminarMuchas Gracias, hombre. Cuando convoquemos los Premios Niño Berrendo le vamos a dar el Niño Berrendo 2020 al lector mas majo
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