Diario del aislamiento Día 37: Primeras lecciones durante el aislamiento
Pasados treinta y siete días, a lo mejor ha llegado el momento de hacer un primer balance. Y si es tarde o es pronto, pues ya no tiene remedio porque es lo que hemos escrito hoy, qué se le va a hacer.
¿Han aprendido Vds algo durante el aislamiento? Nosotros poco, pero algo es algo.
1. Esto de estar metido en casa no es tan duro como parecía ….
Si hace cuarenta días nos dicen que íbamos a estar así tras mes y pico sin salir de casa, habríamos dicho que era imposible. Y, sin embargo, aquí nos tienen: algunos más gordos, algunos más delgados, algunos consumados panaderos y otros – casi todos – hasta el gorro de conciertos por Instagram, pero casi todos sorprendidos de nosotros mismos, de cómo hemos llevado el confinamiento hasta ahora. Mira cuántos días llevamos, mira qué rápido se empiezan a pasar los días, ya empieza a quedar menos, ya se ve un poco de luz al final del túnel, oye, tu estas más gordo, ¿no?.
Al final este cautiverio con películas a la carta, comida a domicilio y videollamadas no está resultando tan duro como parecía en un primer momento, quizás las llamadas a la épica eran exageradas y lo que había que invocar era la paciencia y la frugalidad. Sea como fuere, es una buena noticia que nos hayamos hecho con las riendas del confinamiento hasta cierto punto, porque así ya tendremos claro cómo encarar otra situación parecida en el futuro, algo que no se descarta si los chinos siguen comiendo esas cosas tan raras. Por ahora nuestro papel es quizás uno de los más cómodos en la crisis: casi el de espectadores – con derecho a juzgar, como en el fútbol – que miran cómo otros se baten el cobre, bien tomando decisiones capitales con poco tiempo y datos, bien en la primera línea de hospital. A esto, como al fútbol, se puede asistir como el clásico espectador come-pipas, protestón y sabihondo, o como aficionado comprometido de los que animan aunque el equipo pierda cinco a cero, consciente de que la suerte de los que juegan es la propia suerte del que anima. Ya saben, como en tantas cosas, Maneras de Vivir.
2. … y, sin embargo, cansa mucho.
Y sí, aunque estemos todo el día en una casa cómoda, comiendo bien y viendo películas, leyendo libros atrasados y haciendo gimnasia sueca, la situación cansa mucho. Durante los días de oficinista que ahora nos parecían tan lejanos veíamos la posibilidad de estar sin salir de casa cinco días como la perfecta ocasión para descansar, recargar pilas y recuperar fuerzas, y ahora vemos que no era tan fácil como lo pintaban nuestras inocentes mentes pre-pandemia. Quizás por culpa del esfuerzo por aislarse del mundo exterior y el ruido de dientes rechinando que entra por las rendijas, quizás precisamente por querer manejar toda la información y separar el grano de la paja, quizás por la preocupación de aquellos a los que no vemos tanto como nos gustaría, uno llega al final del día reventadito y duerme mucho más profundo de lo que esperaba. También ayuda la calle en silencio, los pajaritos cantores y la ausencia de borrachos dando voces en los botellones de los parques, está claro, pero el que más y el que menos coincide en llegar al final del día bastante más cansado de lo esperado. Quién nos lo iba a decir, agotados de andar de la cama al sofá y del sofá a la cama, si esto dura más necesitaremos portacameros como Séfira del Carmen Martínez “Cena”, hermana de Epifanio del Cristo Martínez, rival de Reencarnación Vargas, malhechor oficial de San Jerónimo de los Charcos.
3. Las fases son prácticamente las mismas para todos
Todos pasamos por fases que parecen ser las mismas, y eso resulta en una curiosa situación: todos estamos separados, pero acabamos viviendo más o menos lo mismo. Al principio fue la risa floja y el aluvión de memes, luego un pequeño valle de vacío en el que nos hartamos de los chistes sobre papel higiénico y ponerse gordo, luego las videollamadas caóticas https://elblogdeciudadanocano.blogspot.com/2020/03/diario-del-aislamiento-dia-10.html
. Pasada la risa inicial llego la toma de conciencia de lo que estaba pasando, el susto, la ira, las ganas de buscar un culpable, la emoción en los aplausos de las ocho. Después otra toma de conciencia: esto no es culpa de nadie en concreto y qué mejor que hacer cada uno lo que debe para ayudar en la medida que le toque, después el tedio, cierta desgana. Luego llegó una segunda oleada de ira e infantilismo, el ya lo dije yo general, la pelea en los medios y en el parlamento, los bulos, el catastrofismo y la vergüencita ajena al ver el espectáculo. Si la lógica y la decencia impera, la siguiente fase será de relajamiento y buenas formas y una tercera toma de conciencia: de lo que viene, de que tendremos que apretar si queremos salir de esta sin demasiados heridos además de lo que cause el virus. Millones de vidas paralelas que no se tocan nunca, como las de Plutarco pero esta vez narradas en Instagram, sin épica y con Resistiré de fondo, cosas de los tiempos modernos.
4. La disciplina y los objetivos son importantes …
Mira que lo pone en todos los manuales de autoayuda y en todos los artículos que se llaman “Cinco cosas que hacer durante el confinamiento”, y aun así no nos lo creímos hasta que lo hicimos. O sigue uno una cierta rutina o estamos perdidos. Para los que tienen la suerte de tener trabajo es más sencillo, algo más complicado para los que encima andan holgando y preocupados por el futuro; pero dividir el día en bloques, ponerse objetivos, hacer ciertas cosas a la misma hora y de igual manera contribuyen a que sea difícil diferenciar unos días de los otros y, por tanto, a que estos pasen más rápido. Esto es, exactamente lo que queremos en nuestra vida fuera de estos periodos de aislamiento, donde buscamos que cada día sea distinto y especial y merezca quedar en la memoria. Pero, como dice un amigo médico, el virus se ceba especialmente con los que tienen dos cosas: indisciplina y arrogancia. Así que ya saben: disciplina y humildad, como en todo.
5. … pero hacer demasiados planes no es buena cosa
Ah, qué recuerdos esos primeros días en los que vimos el confinamiento como la oportunidad para hacer todas esas cosas que siempre quisimos hacer pero no tuvimos tiempo, ordenar los armarios, leer “Guerra y Paz”, repasar la discografía completa de Nana Mouskouri, aprender a hacer gachas, ver todas las películas de Lali Soldevilla. A estas alturas del confinamiento, como mucho hemos leído dos novelas de Marcial Lafuente Estefanía y hemos aprendido a descongelar sin que arda la encimera. Ponerse demasiados deberes es un buen ejercicio para pensar que las cosas no serán tan aburridas en el futuro, pero pueden acabar creando más estrés que otra cosa, sobre todo si se fijan en la multitud de usuarios de redes sociales que sufren del Síndrome de Sergi Arola (ya saben, esa necesidad impulsiva de decirle a todo el mundo que uno hace todo lo que está de moda desde antes que estuviera de moda y con mucha más frecuencia de la que la realidad espacio-temporal admite. Otro día hablaremos de esta patología).
6. Creamos muchísimo residuo plástico
¿Han reparado Vds en la cantidad de plástico que generamos en una semana de confinamiento? ¿Se hacen cargo del volumen de vasitos de yogur, botellas de refrescos, cajitas de frutos secos y botellas de detergente salen de cada casa cada día? Yo estoy realmente espantado, y eso que intento minimizarlo. Imaginando que la gente estos días prefiere coger aquello que está herméticamente cerrado en un plástico, ya ni les cuento. Da miedito, a ver si tomamos nota.
7. No nos queda otra que confiar en la ciencia
La vuelta a la normalidad parece ahora lejana y llena de incógnitas. ¿Quién saldrá primero? ¿Cómo se decidirá? ¿Habrá turnos para salir por horas? ¿Quién tendrá prioridad? ¿Los sanos? ¿Los jóvenes? ¿Los pelirrojos? Y sobre todo… ¿Cuándo abrirán los bares?
Todo esto resulta desasosegante y perturbador, pero ¿y si los científicos dan con un tratamiento, no ya una vacuna, que nos haga recobrar la confianza? ¿Por qué descartamos ya de saque la posibilidad de que algo funcione? Pobres científicos, siempre ignorados y ahora que la cosa se pone fea, todos los ojos en ello… en fin. La primera cerveza nos la tomaremos a su salud. Y a la de los sanitarios. Y reponedores. Y transportistas. De los barrenderos también. Y de los mensajeros. Las cajeras y cajeros también tendrán la suya. Y los de banca, que nadie se acuerda. Policías, bomberos y militares también. El primer día en los bares va a dar muchísimo miedo.
Playlist para el día 37, gentileza de la aplicada Blanca DB:
Everybody’s got to learn sometimes
Pues yo de este confinamiento del cual sigo aprendiendo y sobre todo me observo mucho en otra gente, mis propios errores, he de decir. Que el primer fin de semana ya estaba estresada de la cantidad de conferencias, llamadas, mensajes, memes, whatssaps que aún sigo respondiendo casi 40 días más tarde.
ResponderEliminarA mí me está sirviendo para darme cuenta de que me está acercando a gente que antes tenía dejada y para alejarme de otras que creía que tenía cerca. Me está sirviendo para darme cuenta que los influencers, ni se crean ni se destruyen, solo se transforman y la que antes era deportista ahora es cocinera, y la cocinera, se maquilla, y la que se maquilla ahora hace ejercicios para que estés buenorro en casa y que todo el mundo es 0 original con sus stories.-
Me está sirviendo para leerme por millonésima vez La conjura de los nercios y sobre todo para volver a oír música.
Pero creo que entro en la categoría de las pocas que cuando esto comenzó, estaba con mis sobrinos, cenando en casa de mi hermano y les miré y les dije, es todo tan raro, que me da pena irme porque no sé que me voy a encontrar cuando volvamos a vernos. Y entonces les medí, para saber cuantos cm´s habrán pasado.
esta muy bien eso de medir el confinamiento en centimetros. Vale para la altura y para el perimetro abdominal. Gracias
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