Diario del aislamiento Día 45: Futboleros




Y, al final, a los 45 días, hablamos por fin de fútbol.


No sé si les gusta el fútbol. A mí sí, al menos me gustaba mucho, últimamente menos. No me gusta tanto como para ser lo primero en lo que pensase cuando nos mandaron meternos en casa, pero sí lo bastante como para echar de menos ir al campo, ver los partidos importantes con los amigos. Ahora lo echo poco de menos, la verdad, no sé si porque ya tenemos bastantes cosas en la cabeza o porque me resulta muy lejano. Eso sí, no decía yo que no a ir al campo el fin de semana, la verdad, y tomarme cuatro cañas luego.


Resulta curioso cómo una de las primeras cosas que se preguntó la gente cuando se supo de la gravedad del asunto y de lo estricto de las medidas que había que ir tomando es qué iba a pasar con el fútbol. Quizás sea por proximidad, por ser un tema de esos que abren fácilmente las conversaciones, por no necesitar demasiado conocimiento sobre nada, la realidad es que fue una de las primeras cosas que se planteó el ciudadano medio: bueno, a casa, pero… ¿y el fútbol? ¿Qué va a pasar con el fútbol? Lo mismo pasó, por cierto, cuando en Cataluña la cosa se puso fea: ¿si se separa Cataluña, se quedará el Barça en la Liga? ¿Le merece la pena a esta gente el trajín de ser un estado independiente para toparse con la cruda realidad, esto es, que la rivalidad máxima sería un Hospitalet – Mollerusa? Más de un anti-independentista preocupado respiró aliviado cuando supo que el contrato de Messi contenía una cláusula que le liberaba de su compromiso con el Barcelona en el caso de que el club fuera expulsado de la Liga. “Ahora sí que es imposible, nadie se va a arriesgar a perder a Messi por mucho daño que hicieran los Decretos de Nueva Planta”. Al final iba a ser cierta esa frase que atribuyen a Vázquez Montalbán, algo que no he conseguido verificar: “España es un conjunto de pueblos diferentes que se odian, unidos por la Liga de Fútbol Profesional”.


La pregunta se plantea también cuando se fantasea sobre el mundo después de la pandemia. ¿Qué pasará con el fútbol una vez termine este tormento? ¿Se reanudará la Liga? ¿Se dejará como está? Y si es así, ¿quién irá a la Champions? ¿A quién se le dará el título de campeón? ¿Se terminará la Champions? Y si no, ¿no debería ser el nuevo campeón aquel que ganó al campeón vigente, como en el boxeo (ejem)? ¿Qué pasará con los clubes? ¿Pagará la televisión todo lo que manda el contrato o harán una rebajita de unos cientos de millones de euros? ¿Se jugarán los partidos a puerta cerrada? Esto es muy malo para ciertos equipos de grada caliente y animadora, no tanto para esos otros en los que la gente va calladita y come muchas pipas, en eso algunos van con ventaja. ¿Nos devolverán el importe del abono? ¿Cuándo volveremos al estadio?


Mirando un poco más allá es donde se vislumbra el verdadero problema para el fútbol, negocio tal y como existe hoy en día. Parece claro que el golpe económico a corto plazo va a ser fuerte por aquello de los partidos no disputados, los ingresos televisivos en cuestión y la voluntad de los patrocinadores de reducir su inversión ya que nadie ve su logotipo. Si a eso unimos los sueldos de los futbolistas, el nivel de endeudamiento de los clubes y la poca flexibilidad esperable de los agentes y demás personajes del entorno de los futbolistas a la hora de renunciar al dinerete que le reportan sus pupilos, a más de un club, también de los grandes, se le está poniendo cara de quiebra. Y eso hace que el futuro justamente posterior al inmediato sea aún más negro. ¿Se acabaron los fichajes millonarios, la pesca anual en clubes y ligas menos potentes en busca de la joya que haga al equipo este año campeón?


La falta de dinero a corto plazo anuncia grandes batacazos a muchos de los grandes clubes. Muchos tendrán el músculo para aguantar el chaparrón y ser competitivos, a otros les pilla en el peor momento, cerca de la cima pero aún subiendo; caer ahora significa perder lo ganado en los últimos años. Algunos de estos se van a encontrar en medio de la devastación con un estadio ultramoderno que no van a poder llenar, pagando las nóminas de jugadores muy jóvenes a los que compró muy caros para poder revender y ganar mucho dinero, algo que ahora no parece una muy buena idea. Muchos jugadores y agentes que veían su futuro escrito en letras de oro, entre mansiones con decoración cara pero fea y coches ostentosos, muerden ahora nerviosos las patillas de sus gafas de sol Dolce y Gabbana esperando la llamada de su mánager para darles un susto del que les costará reponerse. Quizás a toda esta chavalada idiotizada que corretea por los campos de fútbol patrios les espere un futuro brillante en lo económico, pero a costa de mudarse a países lejanos a los que no contaban con ir salvo para firmar su último contrato profesional y embolsarse unos cuantos milloncejos en la prórroga: China, Japón, Arabia Saudí, Qatar, hasta India pueden parecer ahora destinos interesantes para sus agentes, todo sea por seguir pagando siempre al contado.


¿Será el coronavirus el detonante del fin del fútbol moderno? ¿Volveremos a ver jugadores humildes con sueldos acordes con el mundo real? ¿Volverán los equipos a nutrirse de jugadores de la cantera nacidos en la zona y con ellos el orgullo de las aficiones aunque se pierdan los partidos? ¿Acabará la pandemia con las patillitas recortadas, las cejas depiladas, las celebraciones ridículas? ¿Volverán los estadios a ser pequeños y viejos y estar situados en un barrio en vez de en un descampado? ¿Contratarán las marcas de ropa deportiva diseñadores a los que les guste el fútbol y no arruinen camisetas centenarias? ¿Se irán definitivamente los turistas de las gradas, como parece que se van a ir de los barrios céntricos de las ciudades? ¿Volverán las entradas a tener precios asequibles, y con ellas los aficionados de barrio de toda la vida? ¿Volverán las aficiones a cantar las canciones que inventen ellas mismas, en vez de las que impone la megafonía del estadio o los copiadores de vídeos de YouTube de aficiones extranjeras? ¿Se volverán a jugar los partidos en horarios normales, no necesariamente los mejores para los mercados extranjeros? ¿Eliminarán de una vez por todas los speakers en los campos serios? ¿Desaparecerán de una vez los aficionados que piensan que la obligación del equipo es ganar a toda costa y con cualquier ayuda en vez de intentarlo dentro de la norma? ¿Podremos volver a tomar cañas en bares normales cerca del estadio en vez de en franquicias sin personalidad? Si al menos viéramos algo de eso, la cuesta arriba que se intuye después de la tormenta sería quizás un poquito menos empinada los domingos por la tarde.




Playlist para el día 45, gentileza de la fina mediapunta Blanca DB: 
You’ll never walk alone

Comentarios

  1. Buenas tardes, Maestro y Maestra, yo tampoco he conseguido dar con la cita de Manolo rastreando el hielo negro. Les dejo, en cambio, esta otra, también del eximio Vázquez Montalbán, que me representa, como se dice ahora, si cambiamos Barça por Atleti: "Creo que la parte irracional de nuestra comprensión del mundo la mayor parte de la gente la legitima mediante la religión, otros a través del amor y hay quien necesita la política para sentirse en éxtasis sobrenatural. Yo todo eso lo experimento a través del Barça y me libro de ser religioso en amor, política y otros trastornos del espíritu". Dicho lo cual, dos apuntes: 1º. Quedará para siempre ya en la Historia del Fútbol que el último gran partido global pre-Pandemia fue nuestro glorioso chorreo en Anfield y la llantina de su grotesco entrenador llorón y ventajista. 2º- A mi no me interesa en que campo jugués local o visitante yo te voy a ver, yo te sigo por televisión, daría la vida por verte campeóooooon, lolololololololooooooololo!

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